En un mundo que naufraga en la barbarie, un ensayo defiende la poesía no como un adorno, sino como un arma para despertar la conciencia, expresar la verdad y, tal vez, salvarnos del naufragio.
MÉXICO.- En un mundo sumergido en la maldad, donde impera la barbarie, el crimen, la guerra y la mentira; donde la noticia de todos los días es la muerte, ¿para qué diantres sirve la poesía? En un país donde el pan de cada día son los asesinatos, la miseria y la nula empatía, ¿para qué diablos nos sirve escribir o leer poesía?
Gabriel Celaya, poeta español, pretendía reconciliar el mundo a través de la poesía. Creía, como muchos de nosotros hoy, en sus poderes redentores. La poesía como una herramienta que puede “provocar nuevos actos”, que puede “golpear las tinieblas” y descubrir nuestro potencial espiritual para un despertar de la conciencia.
La poesía debe expresar la verdad, debe dar testimonio de las injusticias en un mundo oprimido y desquiciado. Debe develar “las bárbaras, terribles, amorosas crueldades”. Porque, como decía Celaya, “vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no puede ser, sin pecado un adorno”.
Ante nuestra realidad, ¿qué carajos debemos hacer con la poesía? Bertolt Brecht se preguntaba si su hijo debía aprender matemáticas, francés o historia en un mundo que se hundía. Su respuesta era un rotundo sí. De la misma manera, debemos preguntarnos: ¿tenemos que seguir escribiendo y leyendo poesía? Sí, debiéramos contestar rotundamente. Y la poesía, tal vez, nos salve.
La poesía debe redimirse a sí misma y debe redimir al hombre. Debe despertarlo del letargo, hacerlo partícipe del mundo y no solo de su micro-realidad. La poesía rebelde y emancipadora purifica y rescata al hombre del naufragio indolente.
Los poetas de hoy debieran confiar plenamente en la revolución, pero en la revolución del alma. Deben ser guerreros en la renovación de las cosas y de la vida. Nosotros, los poetas, estamos decididos a resistir y a vivir.
Entonces, ¿que para qué chingaos sirve la poesía?
La poesía sirve para cambiar el mundo. El propio. El de uno mismo. Si bien es cierto que la poesía no puede cambiar el mundo exterior, sin duda alguna, sí puede hacer que nuestro mundo —el particular, el íntimo— siempre sea un mundo mejor.
Como escribió Nezahualcóyotl: “Por fin lo comprende mi corazón: / Escucho ese canto, / Contemplo la flor, / Que jamás se marchiten en la tierra”.
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Por Corresponsal Digital